jueves, 24 de abril de 2008

Ser entrenador de track

Once de la noche, hora del Midwest. Acabo de volver de Glenwood, un pueblo a una hora de Clarinda donde hoy mis niñas han tenido un meeting de atletismo. No han ganado nada, de hecho las de septimo han quedado las últimas en casi todo, y eso que incluso han mejorado sus marcas personales. Por lo menos han sudado (también se han insultado con las de Lewis Central), motivo suficiente para untarse de desodorante en el autobus de vuelta a casa. Sudor y desodorante, la mezcla perfecta.

Ahí andaba embelesado, recordando aromas que no disfrutaba desde que estudiaba en el insituto (sobre todo en mayo, a sexta hora, justo después de educación física) cuando paramos en el McDonalds para cenar. El meeting duró más de el doble de lo normal gracias a la mierda de organización y por tanto las niñas estaban hambrientas. Baje, fuí a hacer pipí, y cuando volví el olor a sudor y desodorante había sido sustituido por una humareda de fritanga que me impedía ver el final del autobus.

A las diez y media llegamos a mi pueblo y, tras esperar a los padres que pasan de sus hijas, a las once a mi casa, lo que me permite pasar unos 30 minutos de tiempo familiar con la madre de mi futura hija. Para mañana sólo tengo que hacer un examen y preparar un par de clases. Un beso.

1 comentario:

wolfman dijo...

No te quejes hombre, ya tienes una excusa ahora que vas a ser padre, para reducir el tanto por ciento de pañales que vas a cambiar y los biberones que vas a tener que administrar. Por experiencia te digo que a veces va bien llamar y decir "Hi sweetheart, llegaré tarde que tengo entrenamiento"

Un beso hombre

Wolfman (Rafa)